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Peter Paul Rubens |
"El gesto del mundo se ha convertido en un gran visaje"
Ovidio
Los últimos sueños de los niños
En Ramá se oyó una voz,
hubo lágrimas y gemidos:
Es Raquel que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen,
Porque ya no existen.”
I
Se escondió de ella
usó
la daga en nombre de su carne
y
cortó.
Hizo el nudo con sus propios dedos
tan chiquitos para el mundo
y
finalmente, como
pudo
el nacido huyó de su madre
para no matarla
II
La línea del sueño
quemó la frente
un color púrpura me moja la cara.
De la herida del sueño
brota la sangre como un volcán furioso
que ha despertado después de siglos.
Quien era, ya no es
lo mortal ardió su fiebre.
En mi mente se germinan
los sueños de Vulcano.
III
Las caricias de mamá
los besitos de papá
cuidan mi castidad dormida
me amortajan con cariño.
El ataúd
la cama
el sexo muerto
esos vacíos semejantes
a la aniquilación.
IV
Dos niños príncipes se huelen
hasta confundirse con las edades del otro
después vino esa Luna inmensa
como un ovario antes del estallido
llegó a iluminarles la cara
con su cariño madre noche.
Y sus entrañas cantan
suenan armonías perfectas
en los suburbios de sus cuerpos flacos
y sangra la Luna
(Qué monarca morirá hoy)
mientras se muerden
uno al otro
sólo les duele el hambre
y sus tripas niñas cantan, ahora
como los sapos después de la lluvia.
V
Pelotas de trapo lloviendo.
Las marionetas cuelgan
Sus vestidos rojos profetizan
la sangre derramada.
VI
Están ahí los hijos
se mecen en las ramas bajas
miran el cielo
escuchan cantar a los pájaros
y antes de caer extrañan tanto el paraíso
VII
Los miembros desmembrados
hacen huelga
por falta de cuerpos.
Los cuerpos buscan
siempre el desgarro
en los miembros del otro .
Y la ropa desterrada
protesta ante la manga
sin usar
del pulóver
de un manco.
VIII
“¿Será posible. metido ahí en su bosque,
¡no ha oído aún que Dios ha muerto¡”
Hubo un día en que se revelaron
todos los cuentos
y en el pantano de los sapos príncipes
fueron a nadar las Caperuzas aburridas de lobos
las Cenicientas cansadas del hombre ideal
los enanos que abandonaron a Blanca nieves
y fueron todos a revolcarse
en el barro oscuro y hediento.
Acaso algo se les acabó
un poco del tiempo ficticio se les cayó de pronto
y decidieron mudarse
al mundo donde siempre fueron superados.
Es acá donde termina su orbe
la muerte les ha marcado la cara con el sello
de los vivos.
La ciudad de los inocentes
I
El caballo de madera
amamanta de hambre
a los niños huérfanos
de Troya.
II
A la sombra de las plazoletas
se gesta la metamorfosis.
Al acecho
(Entre hamacas)
se planifica el golpe final
el día del Cordero
de los sesos niños
sacrificados
a esta ciudad
antigua y cobarde.
III
Los brazos anudados
atrás de la espalda
el cuerpo quieto
esperando.
De frente
la cara contra el vidrio
Ver. Ver.
Mirar las vidrieras de las grandes
ubres
que nunca llegaremos a mamar.
IV
Estos perros que se acercan a mí
lamen mis manos
saben quien soy
que los quiero a todos
los cuido de la noche oscura
les calmo el hambre
y el frío de los inviernos.
Hijos míos
aquí está su madre
carcomida por el desamparo
y las garrapatas del oscuro frío
pero tan libre de amos.
Ellos saben
por eso lamen mis dedos profundos
saben que soy
la perra madre que los parió.
V
No obstante la primavera
la ciudad sigue otoñando
hacia la penumbra de Babilonia.
VI
Todas las manos mecen cunas
empuñan filos cuchillos
El mundo entero
está gestando entre sus brazos
(y como quien no quiere la cosa)
algunas excepciones
y niños asesinos.
Los ritos para la muerte y la vida
I
La vida se obstina
En partos
II
La sangre seca
de los viejos muertos sigue ahí
coagulando en el polvo de los huesos.
Sentimos.
la sangre que tira
un pacto de sangre
hermanos de leche blanca
hermanos de sangre roja
todos todos
sangran por la herida
se desangran
se dejan ir un poco
con ella
con la púrpura oscura
entre los charcos que deja la nieve
la blanca nieve que menstrúa eterna
entre la selva de todos los cuentos
Sólo existe la roja sangre
sólo hay una sangre que moja las venas
la de los vivos húmedos
y los muertos secos
una sangre que no tiene dioses
y no ofrece sacrificios
la sangre desnuda de los cuerpos
la sangre de los que alguna vez fueron inocentes.
III
¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, que
forma patética o deleznable perderá el mundo?
Nacen en las manos
espigas que el sol hará crecer fuera de los campos
y recuerdo los ojos que me vieron
como gérmenes de panes
antes de la mañana.
Tu vida pasó mi vida pasará
quién abrirá la mano algún día
para hacer crecer mi recuerdo del mundo.
IV
Había una sensación tremenda
un peso siniestro
donde las polillas aleteaban lunáticas
alrededor del foco.
Abandonadas del saco viejo, festejaban
Era su noche de gualpurgis
volaban frenéticas
las hijas pobres de Lucifer
desparramando sus polvos.
Se divertían
Era su primavera
y embriagadas en el rito de Mefisto
se convencían;
nosotras también somos mariposas.
V
Venas presintiendo la nada
ausencia de sangre
de todos modos presienten
el filo de miles de cuchillos
que jamás nunca
le regalaran la muerte.
VI
Reunión de óvulos en campos de yerma
dolores de tierra y madre
reparir
volver a gritar mundo
cuando la sangre está de vuelta
trayendo la herencia de otros
nacimientos
El hombre nuevo esta lleno de
ombligos.
VII
Más allá del día, de esta sonrisa fresca y juvenil
de esta edad tan parecida al encanto
está este cadáver pudriéndose al sol del verano
esta perra atropellada que nadie levanta.
Sí, los chicos saltan sobre mí
se ensucian como si fuera barro
me llevan a sus casas en las zapatillas
y desconocen su horror
pero no basta este entierro
en manos infantiles.
El grito de los inocentes
I
“Quien llama?¿pero quien llama desde tu nacimiento
hasta tu muerte?”
Balen corderos
agiten su canción de presas perseguidas
anoten sus días alegres
sus saltos de pradera
porque vendrán a marcarnos las puertas
diciendo nuestros nombres.
Balen corderos
que los lobos nos maten cantando.
II
Recuerdo que nunca fue
la carta que nunca llegó
el mundo acabado esta lejos
falta para mi cumpleaños
falta para el postre
falta para el peso.
En fin
sobra la carencia.
III
Estos desperdicios de la carne
esta edad avanzada por la espera
no hacen màs que confirmar
que las manos con sus líneas
sólo predicen
otros ríos en el rostro
otra vez el llanto del nacido.
IV
A Nicolás
Este niño que arde
lleva el rostro de todos los niños
la suma total de las ternuras
y sus esfuerzos.
Este niño profeta dice
que le han mirado a los ojos
la oveja y el lobo
que el sol bajo a sus hombros
que príncipe y milagro
despierta.
V
Golpea el pecho de tu alegre Dulcinea
que parimos otra vez después de cada muerte
eternos niños de lo solo
hijos del viejo Herodes
asesinitos nuestros de cada día.
Sacrificios para quién
porque sí.
¿Para qué Mesías?